El ruido es calificado ahora de "toxina" por las autoridades, que intentan concienciar sobre los peligros que supone para la salud la sobreexposición constante.
Adam Swersky, concejal de Harrow, fue citado recientemente en el New Statesman diciendo: "Nuestras ciudades están siendo envenenadas por una toxina que nos rodea día y noche. Nos carcome el cerebro, nos hiere el corazón, nos atenaza el sueño y roe la calidad de nuestra vida cotidiana".
Palabras dignas de una novela de Stephen King, pero detrás de la retórica hay un problema serio que sólo se menciona de pasada, a diferencia, por ejemplo, de la contaminación atmosférica.
El ruido cambia vidas
No mucha gente diría que el ruido es un asesino como lo es la contaminación atmosférica, pero un estudio tras otro han demostrado que la contaminación acústica puede tener efectos graves y duraderos en nuestra salud. De hecho, la última campaña de marketing de Cirrus Research, "El ruido cambia vidas", lo pone de manifiesto.
El ruido que acompaña a la vida urbana es brutal y constante. Se cuela sin avisar en la vida cotidiana: sirenas de emergencia, música, tráfico, perforaciones en las obras... está en todas partes.
Para los urbanitas, es algo que lo consume todo y es imposible evitarlo cuando estamos fuera de casa, pero incluso en nuestros hogares seguimos siendo bombardeados por nuestras elecciones de estilo de vida: los pitidos y zumbidos de lavadoras, frigoríficos, teléfonos. Todos sirven para distraernos.
Al fin y al cabo, todos tenemos la opción de apagar el televisor o poner el teléfono en silencio, y quizá ahora sea el momento de hacerlo.
Efectos de la contaminación acústica en la salud
Cada vez hay más pruebas de que el ruido puede tener graves repercusiones en la salud, ya que relaciona la contaminación acústica con la pérdida de audición, la privación del sueño, la hipertensión, las cardiopatías, el desarrollo cerebral e incluso un mayor riesgo de demencia.
Swersky cita a un equipo de investigación que comparó familias que vivían en diferentes plantas del mismo edificio de Manhattan para aislar el impacto del ruido en la salud y la educación. Descubrieron que los niños de los pisos más bajos y ruidosos eran peores en lectura que sus compañeros de pisos más altos. Cuanto mayor era la exposición, más acusada.
Esos estudios se han reproducido para el impacto del ruido de los aviones con resultados similares. El ruido no solo aumenta la presión arterial y empeora la calidad del sueño, sino que también impide a los alumnos concentrarse en clase.
Como ocurre con muchas formas de contaminación, los más pobres suelen ser los más afectados. Los más desfavorecidos de cualquier ciudad suelen vivir junto a carreteras muy transitadas, en casas o pisos mal aislados. Recientemente, el Departamento de Transporte de EE.UU. elaboró un mapa del ruido de las carreteras y los aviones en todo el país. Como era de esperar, las zonas más ruidosas coincidían con algunas de las más desfavorecidas del país. Si hiciéramos un ejercicio similar en el Reino Unido, estoy seguro de que los resultados reflejarían el mismo patrón.
¿Qué se puede hacer?
La decisión anunciada por el Gobierno de cambiar a coches exclusivamente eléctricos en nuestro futuro no tan lejano puede haberse tomado por razones de calidad del aire, pero tendrá un efecto notable y bienvenido sobre la contaminación acústica en todo el país. Hace muchos años, vivía muy cerca de la M62, tanto que era imposible dormir con la ventana de mi habitación abierta. La idea de una autopista británica prácticamente sin ruido es seductora e invoca imágenes de Blade Runner.
Aún faltan algunos años para llegar a esa utopía del coche eléctrico, pero incluso los pequeños pasos en el camino serán un alivio bienvenido. Mientras tanto, acelerar el proceso de sustitución de la actual flota de autobuses ayudaría a transformar los centros urbanos; añadir taxis y camiones sería otra bendición.
Los vehículos son sólo el principio, como lo fue la Ley de Aire Limpio de 1956, que anunció una nueva era en la lucha contra la contaminación atmosférica. Swersky plantea una pregunta conmovedora: ¿podremos dar la misma importancia y atención a nuestras congestionadas ondas de radio en el futuro?